sábado, 5 de agosto de 2023

Exploraciones y descubrimientos españoles en el interior de USA

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Buena parte del sur de los Estados Unidos ya había sido explorada por los hispanos a mediados del siglo XVI. Sin embargo, la colonización no empezó hasta finales de ese siglo. Durante los más de doscientos años siguientes, continuaron la exploración, la colonización y también la defensa de territorios que iban desde Florida a Alta California. Un resumen de lo que ocurrió lo contamos en las siguientes líneas.

De la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida hubo solo cinco supervivientes. Cuatro de ellos fueron Álvar Núñez Cabeza de Vaca, los capitanes Alonso del Castillo Maldonado y Andrés Dorantes de Carranza y el esclavo de este último Estebanico. Entre 1528 y 1536, con Cabeza de Vaca al frente, recorrieron a pie el sur de Texas y el suroeste de los Estados Unidos, por territorios desconocidos a los españoles. Tras su larguísimo periplo, encontraron al conquistador Nuño Beltrán de Guzmán en Nueva Galicia (oeste de México) gracias al cual lograron llegar a la capital del recién creado virreinato de Nueva España. Álvar Núñez Cabeza de Vaca es una figura excepcional, un capitán español que sobrevivió como esclavo, sirviente, curandero y también como amigo de los nativos. En 1542 publicó el relato de su epopeya en el libro Naufragios y Comentarios.

La expedición de Hernando de Soto recorrió el sudeste de Norteamérica entre 1539 y 1543. Partieron de la Florida, donde encontraron a Juan Ortiz, el quinto superviviente de la expedición de Pánfilo de Narváez, que les sirvió de intérprete y guía hasta su muerte en 1541. Atravesaron los actuales estados de Georgia y las Carolinas, cruzaron los montes Apalaches y siguieron por Tennessee, Alabama y Misisipi, llegando en 1541 al río de ese nombre. De Soto es considerado el primer europeo que avistó el curso del Misisipi, si bien Álvarez de Pineda había descubierto la desembocadura en 1519. Lo cruzaron no sin dificultades y continuaron por Arkansas y Luisiana donde volvieron a encontrarse con el gran río. En su orilla occidental Hernando de Soto murió en 1542.

Asumió el mando Luis Moscoso de Alvarado que condujo la expedición hacia el oeste de Luisiana y el suroeste de Texas, hasta que se decidió volver al Misisipi. Navegaron río abajo hasta la desembocadura y costearon por el golfo de México hasta el río Pánuco, donde ya había presencia española. Aunque no se conoce con total exactitud el recorrido realizado durante los cuatro años que duró la expedición, es seguro que atravesaron al menos nueve de los actuales estados de la Unión.

La exploración del suroeste comenzó con un reconocimiento realizado en 1539 por un pequeño grupo que mandaba fray Marcos de Niza y que recorrieron partes de Arizona y Nuevo México. En él iba Estebanico, el esclavo de Andrés Dorantes de Carranza que había acompañado a Cabeza de Vaca.

Ante las expectativas de encontrar metales preciosos generadas por de Niza, Antonio de Mendoza y Pacheco, primer virrey de Nueva España, firmó unas capitulaciones con Francisco Vázquez de Coronado para que organizara una nueva y bien equipada expedición. La componían cerca de 400 españoles y entre 800 y 2000 indios amigos, principalmente tlaxcaltecas. Se desarrolló de 1540 a 1542 y recorrió Arizona, Nuevo México, Texas, Oklahoma y Kansas.

Varios destacamentos exploraron lugares fuera de la ruta del grupo principal. Uno de ellos, dirigido por Melchor Díaz, atravesó Arizona y llegó hasta la confluencia de los ríos Colorado y Yuma. Allí logró recuperar los suministros que les había dejado enterrados una flotilla al mando de Hernando de Alarcón enviada por el virrey Mendoza. Alarcón fue el primer europeo que navegó aguas arriba por el río Colorado y el primero en pisar Alta California, en 1540, antes de que lo hiciera Cabrillo.

Otro destacamento, al mando de García López de Cárdenas, llegó al Gran Cañón del Colorado, siendo los primeros europeos en verlo, tal y como destaca Herbert Eugene Bolton en su obra clásica sobre Coronado.

Para mediados del siglo XVI, los españoles habían recorrido prácticamente todo el sur de los Estados Unidos y acumulado una gran cantidad de conocimientos sobre su geografía y etnografía, mucho antes que cualquier otra nación del Viejo Mundo.
La expedición de Coronado. Cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau.

Nuevo México fue el objetivo de varias pequeñas expediciones que recorrieron este estado, llegando hasta Texas, Oklahoma, Kansas y Arizona: las de Rodríguez y Chamuscado (1581), Antonio de Espejo (1582-1583), Gaspar Castaño de Sosa (1590) y la de Francisco Leyba de Bonilla y Antonio Gutiérrez de Umaña (1594).

En 1583, se había publicado la Real Cédula por la que se autorizaba la expansión por el norte del virreinato de Nueva España con los objetivos de conquistar, poblar, hallar riquezas y convertir a los nativos al cristianismo. No fue hasta 1595 cuando esta empresa se adjudicó al acaudalado minero nacido en Zacatecas Juan de Oñate Salazar quién, tras firmar las capitulaciones con el virrey, la organizó a su costa. Partieron por fin en marzo de 1598. El militar y cronista Gaspar de Villagrá cuenta que 80 carretas y varios miles de cabezas de ganado mayor y menor formaban una gran caravana en la que iban unos 500 colonos, de los cuales solo 120 eran hombres de armas, y un número indeterminado de aliados tlaxcaltecas.

Oñate estableció en la margen izquierda del Río Grande la capital de la nueva provincia a la que llamó San Juan de los Caballeros (desde 2005, Ohkay Owingeh). Solo unos meses después la trasladó a la margen derecha, llamándola San Gabriel. El tercer y definitivo emplazamiento fue Santa Fe, fundada en 1610 por el gobernador Pedro de Peralta, y que en la actualidad es la capital de estado más antigua de los Estados Unidos.

En 1601, Oñate organizó una expedición desde Nuevo México hacia las Grandes Llanuras en busca de Quivira, legendaria ciudad de oro que ya había intentado encontrar Vázquez de Coronado. No se conoce bien la ruta seguida, pero se cree que llegaron a Texas, Oklahoma y tal vez Kansas.

En 1604 otra expedición, esta vez hacia el oeste, atravesó Arizona hasta alcanzar el río Colorado, siguiendo su curso hasta la desembocadura en el golfo de California. Buscaban un posible puerto por el que ser abastecidos con más facilidad que desde México por tierra.

Desde finales del siglo XVII, ante el avance francés desde Canadá hacia el sur siguiendo el curso del Misisipi, España organizó varias expediciones desde Santa Fe para valorar y detener ese avance y también el de una tribu recién aparecida en las Grandes Llanuras, los comanches. En 1720, la de Pedro de Villasur llegó hasta Nebraska, pero fue masacrada junto al río Platte, en el centro geográfico de los Estados Unidos, por los indios pawnee equipados con armas de fuego francesas.

La amenaza gala forzó la expansión española por el sur de Texas para cerrarles el paso al corazón de Nueva España. Tras unos intentos fallidos a finales del siglo XVII y principios del XVIII, se logró en la segunda década de ese siglo. En 1718, se fundaron junto al río San Antonio la misión de San Antonio Valero, el presidio de San Antonio de Béxar y la villa de San Antonio. Pero no fue hasta 1721 cuando la expedición del marqués de Aguayo logró reocupar el este de Texas, dejando tras de sí varias misiones y presidios. Los Adaes, el asentamiento más al este, fue la capital de la provincia entre 1729 y 1770. La llegada de unos pocos colonos y ganado fueron el principio de la presencia hispana permanente en aquel territorio.

El término presidio se usaba para denominar a los puestos y fuertes que defendían la imprecisa frontera norte del virreinato, que incluía el sur de los Estados Unidos. A los soldados que los guarnecían se les conocía como presidiales y también como soldados de cuera, o simplemente cueras, por el chaleco largo de cuero que usaban para protegerse de flechas y armas blancas.
Patrulla de soldados de cuera.
Fragmento de un cuadro inacabado de Miguel Morales Palacios.

California, al igual que Texas, tuvo que ser ocupada y colonizada para frenar el avance de una potencia extranjera. Alta California quedaba lejos de otras provincias de la Nueva España y el acceso resultaba difícil. Por mar, las mismas corrientes que ayudaban a los galeones de Manila dificultaban la navegación hacia el norte desde los puertos del Pacífico Mexicano. Por tierra, había que atravesar territorios semidesérticos. Pero en 1769, la expedición dirigida por Gaspar de Portolá y fray Junípero Serra marcó el comienzo de la presencia española por aquella región, que se desarrolló con notable éxito.

Hubo muchos más españoles que recorrieron otras zonas remotas de los dominios de la Monarquía Hispánica. Misioneros como el jesuita Eusebio Kino y los franciscanos Francisco Garcés, Francisco Atanasio Domínguez o Silvestre Vélez de Escalante, exploradores franceses al servicio de España como Atanasio de Mézières y Pedro Vial, militares como los Anza (padre e hijo), comancheros y ciboleros, realizaron grandes viajes por lugares de los actuales Estados Unidos alejados de cualquier asentamiento europeo. Atravesaron las Grandes Llanuras y llegaron a Nebraska, Colorado, Nevada, Utah, Oregón o Montana.

Durante el siglo XVIII, ingenieros militares como Francisco Álvarez Barreiro, Nicolás de Lafora, José de Urrutia, Juan José Pagazaurtundua y Miguel de Constanzó, o el capitán de milicias Bernardo de Miera y Pacheco, generaron una importante cartografía. Fueron los primeros mapas de buena parte de Norteamérica.
Interior del presidio de Tucson (Arizona). Mural de Bill Singleton.
Texto extraído y adaptado de Las raíces hispanas de los Estados Unidos por cortesía de la Asociación Cultural Héroes de Cavite.

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