viernes, 6 de diciembre de 2019

El reverso oscuro del gato

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El 19 de noviembre de 2019, el periódico La Verdad, en la sección Nuestra Tierra - Naturaleza, publicó un documentado artículo de Ginés S. Forte sobre el daño para la biodiversidad que produce el exceso de gatos. En él se exponen diferentes puntos de vista y, por su interés, lo reproducimos a continuación. También puede leerlo en la web de La Verdad, haciendo clic aquí.

Existe un gran desconocimiento sobre la grave amenaza que supone en las calles y los entornos naturales este pequeño felino, solo superado por el ser humano como especie más dañina para la biodiversidad
PIXABAY
GINÉS S. FORTE
Martes, 19 noviembre 2019, 13:07

En 1895 el gato 'Tibbles' se convirtió en la primera mascota de la historia descubridora de una nueva especie para la ciencia. Y también en el único ser vivo del que hay conocimiento que extinguió, él solo, una especie al completo. Hizo ambas cosas a la vez, y en un solo invierno. De hecho fue su instinto depredador el que procuró a los investigadores de finales del siglo XIX el conocimiento de la existencia del chochín de Stephens ('Xinicus lyalli'), un ave pequeña, gordita y poco dotada para el vuelo que vivió en la isla de Stephens. O, mejor dicho, que murió allí mismo sin que nadie, a excepción del gato 'Tibbles', la hubiera visto con vida nunca antes. Él solo mató ese invierno, en aquella islita neozelandesa de apenas dos kilómetros de largo, uno de ancho y casi 300 metros en su mayor altura, al menos 13 ejemplares del ignoto pájaro, y llevó sus restos a su dueño, David Lyall. Lyall era guardián del faro, aficionado a la ornitología (envió los cadáveres a los expertos Rotschild y Walter Buller, que certificaron el descubrimiento) y el hombre que llevó al gato a aquel territorio que ha pasado a la historia natural por acoger la extinción más rápida de la que se tiene conocimiento.

Escuchando las explicaciones de los expertos y repasando la documentación sobre la repercusión de los gatos en la biodiversidad, el caso de aquel minino neozelandés deja de parecer una anécdota para convertirse casi en un augurio. «El gato es quizá la especie más dañina que existe para la biodiversidad», explica contundente un especialista tan comprometido con la causa de la naturaleza como Rubén Vives, exsecretario de Ecologistas en Acción en la Región de Murcia. El coordinador técnico del proyecto sobre especies invasoras Life+ Ripisilvanatura, Jaime Fraile, corrobora el diagnóstico. «Si el gato no figura en el 'Catálogo español de especies exóticas invasoras' es porque está aquí desde tiempo inmemorial, pero sí aparece en el listado de las cien más dañinas del mundo», aclara. El gato doméstico ('Felis silvestris catus') es, en concreto, uno de los catorce mamíferos recogidos en esta infame lista. Es una distinción que se le queda corta: en realidad el gato se ha convertido, dejando a un lado al ser humano, en el depredador que más especies de vertebrados ha hecho desaparecer del planeta. Un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) concluyó hace unos años que los gatos han participado en el 14% de las extinciones conocidas de vertebrados en los últimos siglos. «Conservan su instinto cazador; aunque vivan acomodados en un sofá y les den pienso, en cuanto salen fuera matan de todo: reptiles, anfibios, pájaros, murciélagos... los animales silvestres huyen cuando aparece porque se sienten presionados», apunta Vives.

«El impacto de los gatos sobre la biodiversidad, aunque perfectamente descrito en la literatura científica, no parece haber llegado a la población en general», se lamenta Jorge Sánchez, biólogo de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE). Este impacto, advierte, «no lo causan solo los gatos callejeros (ferales en el argot de gatófilos) sino que es extensible a lo que los anglosajones denominan 'free-ranging cat', es decir, gatos que tienen libertad de movimientos», a pesar de contar con casa y dueño. Entre unos y otros se estima que solo en Estados Unidos acaban cada año con entre 1.300 y 4.000 millones de pájaros y entre 6.300 y 22.300 millones de mamíferos, de acuerdo con una investigación publicada en 'Nature' en enero de 2013, donde además se concluye que estos felinos son la principal fuente de mortalidad no natural de fauna.

«¿Deberíamos matar a los gatos para salvar a los pájaros?», se preguntó el mes pasado un titular de 'National Geographic'

Un ejemplo más concreto, y cercano, de su influencia en el medio es la depredación que hacen de las salamanquesas ('Rarentola mauritanica'), un reptil que combate a las cucarachas ('Blattodea'). De ahí que cuando «aparece el gato aumentan las cucarachas», sentencia Vives. Al igual que se incrementa el número de mosquitos, liberados por la ausencia de aves, que desaparecen por la amenaza minina. «¿Deberíamos matar a los gatos para salvar a los pájaros?» se pregunta sin medias tintas un titular de la edición original de 'National Geographic' del mes pasado, en cuyo subtítulo se recuerda que «nuestros amigos felinos están matando miles de millones de aves cada año».

«Incluso grupos que a priori no parecen soportar el impacto de los gatos, lo sufren», añade Sánchez, que pone el ejemplo de los murciélagos ('Chiroptera'). Un estudio recogido este mismo año por la base de datos de artículos científicos 'BiOne Complete' apunta que el 38% de estos quirópteros que ingresan en centros de recuperación británicos tienen señales de ataques de gato. El biólogo jamaicano Damion Whyte ha registrado la captura de al menos quince murciélagos cada noche por cada gato a la salida de sus cuevas al atardecer. Son casi 5.500 mamíferos voladores menos al año por minino.

En su descargo, hay que señalar que el gato solo se limita a cumplir con su papel de depredador. Los estragos que causa se deben en último término al ser humano, que es quien lo introduce en entornos que no le corresponde y en los que arrasa con lo que encuentra al alcance de sus garras. «Está demostrado que uno de los impactos más directos que se experimentan cuando se urbaniza un entorno silvestre es la aparición de los gatos», explica el experto de Ecologistas en Acción. «Hacen disminuir muchísimo la biodiversidad de las especies silvestres». Donde más trastornos causan es en los entornos naturales. Si bien no es muy común que los gatos se adentren en espacios muy alejados de las casas, de donde proceden, sí ejercen una importante influencia en áreas, en ocasiones protegidas, próximas a estas, como los espacios de El Valle y Carrascoy, al sur de la ciudad de Murcia. En estos lugares despliegan al menos una doble amenaza: presionan a la fauna silvestre, por un lado, y, no menos preocupante, se mezclan con los gatos monteses ('Felis silvestris'), entre los que generan una hibridación alarmante. Hasta el punto de que «la mayor parte de la población actual de gatos monteses en la Región de Murcia es híbrida de segunda generación». Así lo concluye una tesis de hace unos años sobre la presencia de varias especies de mamíferos en la Comunidad Autónoma citada por Vives y publicada por la Universidad de Murcia. «Es muy preocupante: se están perdiendo los genes del gato montés», afirma. «Estamos haciendo un muestreo en montes del Sureste peninsular y no salen tantos gatos monteses como se esperaba». En la Sierra de la Pila, por ejemplo, que es un área muy propicia, por su gran extensión forestal, «no ha aparecido ningún gato montés en las quince cámaras de muestreo que hemos colocado».

Entre tanto, el reino del gato doméstico está lejos de desmoronarse. No hay un censo claro sobre los felinos que deambulan en la Región de Murcia, ya tengan domicilio conocido o sean puramente callejeros. «En torno al municipio de Murcia el Ayuntamiento calcula entre 10.000 y 12.000 ejemplares en la calle, pero es un número muy conservador», estima Vives. Ecologistas en Acción parte del censo que un grupo de animalistas ha verificado en la pedanía de La Alberca, donde su población ronda los 250 ejemplares, para colegir que en todo el municipio se pueden superar los 25.000 gatos, y entre 75.000 y 100.000 en la Comunidad Autónoma. Si cada uno atrapa al menos una presa al día, aunque «normalmente cazan más, ya tenemos la explicación de cómo desaparecen de las ciudades todas las aves insectívoras», por ejemplo.

Ecologistas en Acción calcula una población de unos 100.000 ejemplares en la Región de Murcia

Con este panorama, ¿qué se puede hacer? «Una esterilización masiva», responde Vives. «Son demasiados y ejercen una presión demasiado grande». El naturalista es contundente: «Podemos hacer muchas cosas por la biodiversidad, por el medio ambiente, pero de qué sirve si luego llegan los gatos y acaban con todo eso». De momento, explica Jaime Fraile, «la mayoría de los ayuntamientos en España, a semejanza de lo que ocurre en diversos países de Europa, empiezan a aplicar el protocolo CEL», siglas de captura, esterilización y liberación. Para las áreas naturales (donde además de roedores también cazan aves y pequeños reptiles, compiten con otros predadores, se hibridan y contaminan genéticamente las poblaciones de gato montés autóctono, y transmiten enfermedades) «se abre la puerta a medios de control letales porque la presión social no es tan grande».

Esa presión social llega sobre todo de sectores animalistas de entornos urbanos. El biólogo Jorge Sánchez apunta la «fuerte polarización» existente entre estos y los «conservacionistas que proponen la gestión del gato como especie invasora». La estadounidense Biblioteca Pública de Ciencias, conocida por las siglas en inglés PLOS, recogió en 2012 un artículo científico que evidencia «una visión distorsionada de la realidad» entre las personas que actúan como cuidadoras de colonias felinas, que no llegan a entender que «los gatos al aire libre representan una amenaza global para la conservación de vertebrados terrestres», en palabras de sus autores. Sánchez alerta de que la legislación actual «está siendo usada para fomentar la creación de colonias felinas», que en principio la Ley de protección animal admite poner bajo la gestión de particulares o entidades de defensa de los animales, pero únicamente para gatos ferales que deben ser esterilizados.

Otros estudios, como el publicado en 2015 por el Centro Nacional de Información Biotecnológica de Estados Unidos (NCBI) sobre la percepción que tienen los dueños de los gatos domésticos, evidencia que las campañas de formación sobre el peligro que suponen en el entorno apenas influyen en estas personas. Como tampoco les afectan trabajos que ponen en entredicho la supuesta eficacia del 'Felis silvestris catus' para eliminar las molestas ratas. Estudiosos de la neoyorkina Universidad Fordham, por ejemplo, observaron durante 79 días a una colonia de un centenar y medio de ratas en unas instalaciones de gestión de residuos. En total, los gatos de la zona solo acabaron con dos de ellas en todo ese tiempo.

La especie se limita a cumplir su papel depredador, es el ser humano quien lo ha introducido en entornos que no le corresponden

No es fácil para los conservacionistas mostrar el reverso oscuro del gato, un ser percibido con un aura luminosa que lleva miles de años, más de 9.000 al menos, junto a nosotros. Al escritor francés decimonónico Víctor Hugo se le atribuye una frase que resume perfectamente la fascinación del ser humano por el pequeño felino: «Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre». Advertida por los datos que recoge este reportaje, Elena, una amante de los gatos próxima a este periodista, respondió contundente como réplica a los argumentos que uno a uno pretendían mostrarle las amenazas que representan: «Sí, lo que digas, pero finalmente cumplen una función estética importante». Pocos podremos estar en desacuerdo con esta afirmación sobre un animal tan capaz de dar vida, figuradamente, a muchas personas como de quitarla, literalmente, a muchos más seres; como hizo Tibbles con el chochín de Stephens, al que puso en el mapa de las especies al mismo tiempo que lo quitó de él para siempre.
P. PLEUL

Erradicarlos como plaga o protegerlos: no hay acuerdo

Rubén Vives, de Ecologistas en Acción de la Región de Murcia, aboga por campañas de esterilización activa acometidas por la Administración para que el número de gatos «no se desmadre». El experto advierte de la alimentación, en muchos casos reforzada, que le dan los humanos y que influye en «una tasa de reproducción de gatos altísima». Para acabar con el problema, «el Gobierno de Australia ha planteado sacrificar cientos de miles de gatos; en otros países del mundo también se plantean controlarlos», e incluso en un municipio del sur de Nueva Zelanda, Omaui, su Ayuntamiento ha propuesto tratarlos como una plaga y erradicarlos directamente para que los animales nativos vuelvan a recuperar el espacio que la felina mascota les ha arrebatado.

En la Región de Murcia existen normativas que incluso multan a quienes den de comer a los gatos callejeros. De otro lado, existe una presión de colectivos animalistas por evitar que los ayuntamientos puedan retirar a los felinos de las calles, si bien están de acuerdo en la necesidad de esterilizarlos.

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